lunes, 16 de marzo de 2015

IDENTIFICACIÓN NO ES IDENTIDAD

Si la disciplina y el estudio trabajan con la energía que nos conduce a la verdad, entonces deberíamos admitir que tenemos dos energías en la vida. 
Una energía, la habitual, está acostumbrada a querer tener razón y a defenderse de modo subjetivo. Se identifica con sus ideas y está velada por la confusión del ego, el apego, la aversión y los miedos. 
Me pregunto si hay forma de trascender ese estado sin mirar, escuchar y reconocer al otro. Ese otro que primero hace de espejo y luego nos enfrenta a nuestras carencias.
En ese preciso instante se abren dos posibilidades, la dualidad es eso, o nos quedamos donde estamos o ascendemos más allá de nosotros mismos y del otro para llegar a un lugar  más elevado donde mejore la calidad de nuestra acción.  
Ser capaces de salir de nosotros mismos y de no detenernos en el otro es el camino de Ser. Esa sería la segunda energía. Eso sería lo intangible, lo misterioso, lo permanente. Ni el yo ni el otro lo son. Cuando una  relación empieza a sanar, es capaz de transmutar los hábitos hasta abrirnos a la capacidad de que todas las relaciones funcionen con ese parámetro y entonces todo y todos se vuelven divinos, en el sentido de que dan la posibilidad de mejorar nuestra calidad de relación.
Hasta que no alcanzamos lo permanente todo es impermanente. Con ego, apego, aversión y miedo sólo hay cambios y justificaciones. 
Identificación no es identidad. Entonces, ¿Quienes somos? 
¿Somos lo permanente o lo impermanente? ¿Somos lo singular o lo múltiple? ¿Somos lo dependiente o lo independiente?
¿Cómo se desvela nuestro Ser?  ¿Mediante los "Yo", mediante el otro o mediante cada uno de nuestros actos en nuestra forma de relacionarnos?
Inma Ibáñez

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